Día sí, día también, vemos imágenes de robos en las noticias del Telediario. Cada vez está más de moda robar un coche y estamparlo contra el escaparate de una joyería, de una relojería, de una tienda de ropa de marca o incluso de un banco.

Estamos tan acostumbrados a ver alunizajes grabados por cámaras de seguridad que éste no debería parecernos una novedad, pero se trata de un ejemplar único en la especie de los aluniceros. Él no busca relojes, ni bolsos de Chanel, ni móviles de última generación. Lo único que quería robar el hombre era un juguete sexual valorado en 300 euros. Tan necesitado de desfogarse debía de andar el pobre que estampó su propio coche contra la puerta del sex-shop en vez de recurrir a uno robado. Paradojas de la vida. Posiblemente nuestro hombre ya se haya convertido en el juguete sexual de su compañero de celda.

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