Aletta Ocean sabía bien a lo que venía, no quería un simple masaje, aunque aceptó de buen grado la terapia de sus manos. Dejó que la untara en aceite, que masajeara todo su cuerpo hasta dejarla relajada y a la vez ansiosa y llena de deseo. Así, bien preparadita era hora de darle lo que tanto quería y tanto le gustaba, sexo a raudales, un buen polvo que la dejara satisfecha.




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