Este borracho y el dueño del establecimiento sufren individualmente su calvario, uno porque no puede tenerse en pié ni un segundo y el otro porque peligra su local con un tipo así rondando por él. Lo más gracioso de todo es que, con semejante borrachera, aún ha llegado a coger más cerveza y es que el instinto del bebedor llega a límites insospechados.

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